viernes, 21 de octubre de 2011

A mi Madre

Bendito sea tu vientre, en el que estuve dormida,
hasta que a los nueve meses me dejaste ver el mundo
con mis ardientes pupilas.

Benditos sean tus pechos, con los que me alimenté,
cuando salí a ver el mundo, cuando era recién nacida,
ese manantial de leche que siempre es fuente de vida,
y la ofreces sin reparos y así podemos crecer.

Benditas sean tus manos, blancas cual armiño suave,
benditos sean tus brazos que me acunaron mimosos,
todos los días de tu vida, como bancos de corales.

Benditos sean los besos que con gran delicadeza,
depositaste en mi cara, me besabas dulcemente,
y en cada parte de mi cuerpo dejaste tu sonrisa impresa.

Tus besos llenos de encanto, de amor maternal inmenso,
entraron dentro de mi alma, y la llenaron de ternura,
y de amor que aún llevo dentro.

Alentaste mis mañanas, con el calor de tu cuerpo,
allanaste los senderos, para mis pasos inciertos.

Hoy te quiero dar las gracias, por tus inmensos cuidados
por tu protección de madre, por ese cálido hombro,
que siempre estuvo a mi lado.

Chelo Álvarez
©Derechos reservados.


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